Job 19
Sagradas Escrituras (1569)
1Y respondió Job, y dijo:

2¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, y me moleréis con palabras?

3Ya me habéis vituperado diez veces; ¿no os avergonzáis de descomediros delante de mí?

4Sea así que realmente haya yo errado, conmigo se quedará mi yerro.

5Mas si vosotros os engrandeciéreis contra mí, y redarguyeres mi oprobio contra mí,

6sabed ahora que Dios me ha derribado, y me ha envuelto en su red.

7He aquí yo clamaré agravio, y no seré oído; daré voces, y no habrá juicio.

8Cercó de vallado mi camino, y no pasaré; y sobre mis veredas puso tinieblas.

9Me quitó mi honra, y quitó la corona de mi cabeza.

10Me arrancó por todos lados, y me sequé; y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.

11E hizo inflamar contra mí su furor, y me contó para sí entre sus enemigos.

12Vinieron sus ejércitos a una, y trillaron sobre mí su camino, y asentaron campamento en derredor de mi tienda.

13Hizo alejar de mí mis hermanos, y ciertamente mis conocidos se extrañaron de mí.

14Mis parientes se detuvieron, y mis conocidos se olvidaron de mí.

15Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño; forastero fui yo en sus ojos.

16Llamé a mi siervo, y no respondió; de mi propia boca le suplicaba.

17Mi espíritu vino a ser extraño a mi mujer, aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.

18Aun los muchachos me menospreciaron; levantándome, hablaban contra mí.

19Todos mis íntimos amigos me aborrecieron; y los que yo amaba, se tornaron contra mí.

20Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos; y he escapado con la piel de mis dientes.

21Oh vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí; porque la mano de Dios me ha tocado.

22¿Por qué me perseguís como Dios, y no os saciáis de mis carnes?

23¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribieran en un libro!

24¡Que con cincel de hierro y con plomo fuesen en piedra esculpidas para siempre!

25Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo;

26y después desde esta mi piel rota, y desde mi propia carne tengo que ver a Dios.

27Al cual yo tengo que ver por mí, y mis ojos lo han de ver, y no otro, aunque mis riñones se consuman dentro de mí.

28Mas debierais decir: ¿Por qué lo perseguimos? Ya que la raíz del negocio en mí se halla.

29Temed vosotros delante de la espada; porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias, para que sepáis que hay un juicio.

Sagradas Escrituras (1569)

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